sábado, 22 de noviembre de 2008

EL DESARROLLO SOSTENIBLE, UNA FORMULA EXITOSA DEL ANTIGUO PERU

Escribe José Guillén B.
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El notable escritor y pensador peruano, José Carlos Mariategui, desnudaba las deficiencias de una sociedad injusta y excluyente, refiriéndose a nuestro país en su obra “Los 7 ensayos de la Realidad Peruana” publicada por primera vez en 1928, obra en la cual se dejaba el claro el drama de la sustitución de la economía agraria que fuese privilegiada por el imperio incaico, para dar paso a una economía de régimen feudal del típico estilo europeo de ese entonces.


En efecto, el modelo de desarrollo impuesto por el incanato se basaba en una repartición equitativa de la principal riqueza que para el imperio lo constituían los alimentos que se producían a través de la actividad agrícola. La andenería es un ejemplo de la habilidad traducida en tecnología que permitió a la cultura Inca, dominar los espacios para hacerlos productivos destacando el respeto a la mama pacha (madre tierra) que podríamos ampliarlo a su entorno ambiental en general, y el respeto por el bienestar de la población que formó parte de sus 4 regiones (suyos).


Todos estos objetivos se lograron mediante una correcta distribución de la población repartida en comunidades (ayllus) en los diferentes pisos ecológicos de acuerdo a las características que ofrecían para su aprovechamiento eficiente, racional, que permito satisfacer las necesidades de consumo de la sociedad incaica. En tal sentido cada ayllu dedicaba su labor de manera especializada a alguna actividad en particular como la agrícola, ganadera, textil, cerámica etc. Debe destacarse en este contexto que la colonización fue una práctica extendida en el imperio, que permitió una ocupación equilibrada del territorio.


La distribución cronológica del trabajo basada en el conocimiento de los periodos naturales mas propicios para la siembra y cosecha, permitió reclutar trabajadores para el desarrollo de obras públicas (mita) o para el ejercito en temporadas intermedias. También se reclutaron trabajadores (yanacones) para el servicio del Estado (minka) en la persona del Inca o de otras autoridades cuyo servicio era retribuido con alimentos u otro tipo de bienes.


El trabajo cooperativo o solidario (ayni), permitió una distribución equitativa de bienes generados dentro de cada ayllu, así como la construcción de viviendas, y otros a favor de los miembros de la comunidad. Cabe mencionar que algunas de estas costumbres que se manejaron de manera disciplinada en el imperio Inca, aun perduran en el comportamiento de las comunidades indígenas, aunque como parte de su cultura ancestral mas que como un manejo organizado, debido a que las condiciones administrativas cambiaron con el tiempo, respecto a su antigua sociedad.


No resulta desconocido que las diferentes culturas pre-incas del primer milenio de la era cristiana desarrollaron la cerámica y la orfebrería y para esto recurrieron a la extracción de minerales no metálicos como la arcilla y metálicos como el oro la plata y el cobre. Estas actividades son reimpulsadas durante el incanato, en que se agrega el uso del estaño y el bronce haciéndose extensiva la actividad minera. Se conoce que Cerro de Pasco fue una de las principales zonas de explotación de plata principalmente en depósitos superficiales conocidos como pacos. Recientes investigaciones del profesor de antropología Kevin J. Vaughn (1), confirman que los antiguos peruanos ya explotaban el hierro hace 2000 años, lo que se demuestra por el descubrimiento de excavaciones en donde se estima se llego a explotar unos 3,710 toneladas de mineral de hierro en su forma de hematita, a lo largo de 1,400 años, el cual fue usado por los antiguos Nazcas con fines de coloración de cerámicos, textiles, o fachadas de edificaciones, de acuerdo a la hipótesis propuesta por el investigador. Con esto queremos evidenciar que la actividad minera no interfirió con la agrícola que constituyo el sostén de su economía.


Pues bien, en resumen, el desarrollo diferenciado, bien focalizado, sin interferencias, demuestra que la integración de las tres dimensiones económica, social y ambiental, se refleja en la producción equilibrada y racional de bienes, la justa repartición de los mismos y distribución del trabajo para beneficio de toda la comunidad, considerando el respeto al ambiente, en sus diferentes formas. Esto nos da una muestra de la visión de desarrollo con enfoque sostenible que se instauró en el Imperio Inca. Al margen de las diferencias que como bien lo sostiene Mariategui, nuestra cultura ha debido enfrentar en función al relativismo histórico, a raíz de la introducción de la cultura hispana, la industrialización posterior y la actual globalización, consideramos que esta visión debe ser recuperada, para privilegiar las actividades que son mas relevantes para la coexistencia pacífica de nuestras poblaciones, garantizando una buena alimentación, dotación de vivienda y servicios, educación y salud, y a partir de esta premisa, dar paso a otras actividades que pese a generar mayores ingresos al Estado, contribuyen en poco a generar progreso en las comunidades próximas, deteriorando su ambiente y excluyendo de los beneficios a las grandes mayorías. Solo así nuestra economía emergente, integrando la dimensión ambiental y social, puede apuntar a un Desarrollo Sostenible, pero esto implica un compromiso de la sociedad de manera desapasionada y sin fundamentalismos y de otro lado de las grandes empresas y consorcios transnacionales, dejando atrás sus políticas basadas en la ambición, tarea difícil de por si, pero que merecen el esfuerzo conciliado de todos quienes estamos involucrados si pretendemos un bienestar para las mayorías, y no solo el bienestar en exceso para unos pocos

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